DAR SIEMPRE LO MEJOR…
Durante estos últimos días he reflexionado acerca de
mi vida, especialmente de lo que va del primer año de la carrera y saqué muchas
lecciones, la que hoy les voy a compartir es la de dar siempre lo mejor de
nosotros mismos. Empezaré desde una clase en la que leí un libro llamado “Los
cuatro acuerdos”, en donde el apartado del día fue “Haz siempre lo máximo que
puedas”; aunque ese libro ya lo había leído con anterioridad me di la
oportunidad de reestructurar algunas cosas, entre ellas su significado y su
utilidad en mi día a día.
Después de pasar por todos los hechos que me han
llevado hasta aquí, volví a leer ese capítulo y me di cuenta de varias cosas:
1. ¿CALIDAD
O CANTIDAD?
El libro utilizaba una metáfora para explicar este
punto, se trataba de un señor que buscaba la iluminación y para eso fue a
buscar el consejo de un monje. Empezó planteándole meditar a diario 4 horas, lo
que dio en total 10 años para alcanzar el objetivo según el monje; sin embargo
al subir la cifra a 8 horas el total dio igual a 20 años. Sorprendido, el señor
preguntó por qué si al aumentar las horas también aumentaban los años, en eso
el monje le respondió que no tenía mucho caso dado que meditar no era lo único
en la vida, además de que el cansancio sería factor y éste lograría atrasar su
propósito.
A veces creemos, al igual que el señor, que entre
más tiempo le dediquemos a una cosa nos saldrá mejor, lo cual a veces puede ser
cierto porque nos damos el lujo de ser más detallistas, pero también vale la
pena preguntarse esto: ¿realmente el tiempo que se le dedique a algo
determinará su valor? ¿La energía está bien distribuida y nos alcanzará para
hacer las cosas bien o sólo constituye un desperdicio?
Lo mismo sucede con las personas, muchas veces
creemos que con interactuar por mucho tiempo con la gente hemos creado
conexiones profundas cuando en realidad solo tenemos pláticas superficiales que
no nos llevan a ningún lado, o peor aún, nos olvidamos de nosotros mismos para
llenar nuestra agenda de citas con todo el mundo.
Nosotros en muchos aspectos de nuestra vida le
apostamos a la cantidad en lugar de la calidad, queremos tener muchas metas
cumplidas, muchas cosas, muchos amigos, pero se nos olvida apostar a la
calidad, a lo firme y bien hecho, por eso cuando menos esperamos todo lo que
construimos se va con el soplido del viento, y una sensación desagradable es el
darnos cuenta que dimos mucho tiempo para que al final resultara ser en vano.
Con esto tampoco quiero decir que siempre hay que
hacer las cosas rápido para que nos salgan bien, porque también pasa que al
final sale malhecho, simplemente hay que darle el espacio y tiempo adecuado
para cada cosa, momento, persona o para ti, en ocasiones la tarea es grande y
requiere bastante tiempo, en otras es sencilla y se puede hacer fácilmente;
cada quien podrá administrar su reloj e ir a su paso, lo importante es saber
aprovechar el momento oportuno y sobretodo disfrutar del camino.
2. ¿PARA
QUIÉN Y PARA QUÉ LO HACEMOS?
Inconsciente o conscientemente nuestras acciones del
día a día llevan una dedicatoria, van dirigidas hacia alguien con cualquier
intención, ya sea un familiar, un amigo, un compañero, etc. Aquí encontramos
una división: por un lado encontramos a los que se desviven por complacer a
todo el mundo y por otro lado a los que viven para complacerse a sí mismos.
En primer lugar tenemos a los que viven para
satisfacer a todo el mundo, aquellos que todo lo que hacen es para impresionar
a alguien, para asegurar que la compañía no se vaya de su lado, para cumplir lo
que sus superiores, llámese padres, jefes, maestros, entre otros, esperan de él,
en pocas palabras, parece que nacieron con la habilidad para lograr las metas
de otros, su único propósito en este mundo es desvivirse por los demás,
hacerlos felices, que al cabo que “al cliente lo que pida”…
Sin embargo uno de sus mayores problemas es que de
tanto buscar la felicidad de los demás se le olvida que también vino a este
mundo por su propia felicidad, se pierde entre tantas metas ajenas que nunca
acaba por encontrar la suya, no entiende la diferencia entre lo que quiere él y
lo que quieren los demás. Lo peor de todo es que como cada persona es distinta,
cada quien espera algo diferente de esa persona y tiene metas totalmente
distintas, lo que acaba enredándolo en una gran confusión que lo lleva poco a
poco a un callejón sin salida…
En cambio tenemos a las personas que viven para
complacerse única y exclusivamente a sí mismas, que por lo general son las dominantes,
las controladoras, las que dictan que se tiene qué hacer y decir en todo
momento, las que les fascina recibir pero se les dificulta dar… A esas personas
comúnmente las conocemos por egoístas…
Pero entre tanta “riqueza” no conciben que tarde o
temprano se les caerá el teatro, y cuando eso pasa todo pierde el sentido, aquellos
“amigos” que tenían de repente desaparecieron, no son capaces de relacionarse
con alguien porque ya tienen la fama de manipuladores, dictadores,
superficiales, controladores de por medio, cuando caen descubren que no tenían
en realidad a alguien que estuviera incondicionalmente para ellos porque
mientras estaban en lo más alto su mayor satisfacción eran ver sufrir a los
otros, lograr lo que querían sin importarles si eso implicaba hacerlo a costa
de alguien más. Al final de cuentas se les cumple la ley de la gravedad: “todo
lo que sube tiene que bajar”, por eso algunos casos de suicidio se dan porque a
pesar de que era el más millonario del mundo, no encontró el sentido de su
existir y decidió terminar con su vida vacía…
Como pueden observar, toqué dos lados muy
extremistas, el lado “mesero”, el que únicamente se ocupa de cumplir las
expectativas de los demás y el lado “dictador”, el que sencillamente se
preocupa por su bienestar aunque tenga que mandar a los demás por un tubo. En
algunos momentos podemos inclinarnos hacia alguno de los lados, pero habría que
preguntarnos de qué sirve desgarrarse el alma para complacer a los demás si no
nos damos a apreciar o de qué funciona estar pisoteando a todo el mundo si
cuando necesitemos un hombro para llorar no lo tendremos porque no nos lo
ganamos…
Lo ideal sería ubicarse en medio de estos dos
bandos, ser allegados con los demás y tenderles una mano cuando lo necesiten
pero también respetar lo nuestro y poner nuestras propias reglas. Es muy
diferente ser complaciente a ser servicial, porque ponemos lo mejor de nosotros
por el simple hecho de que nos gusta hacerlo y tenemos en cuenta nuestros
límites, no se descuida tan fácil el propósito de vida y así las personas que
entren a nuestra vida nos amarán incondicionalmente y para siempre…
3. ¿DAR
O NO DAR?
Una de las decisiones a la que nos enfrentamos todos
los días, o al menos eso considero yo, es la de si entregaremos todo de
nosotros en la oportunidad que se nos presente o la dejaremos pasar como otras
tantas, es si esa persona que hoy conoceremos entrará a nuestra vida para tener
un impacto o si sólo será parte del paisaje, es si ese día será un día
inolvidable o será como otro día más que pasó sin pena ni gloria…
A veces despertaremos con el mejor ánimo del mundo,
el día estará soleado, la noche anterior habremos tenido un sueño muy bonito e
iremos en camino a conquistar todos los retos que se nos presenten, otras veces
será todo lo contrario, anoche habremos tenido pesadillas o ni siquiera
habremos dormido bien, amanecerá nublado y no tendremos ganas de nada, a veces
el día puede marchar muy bien pero terminar muy mal o viceversa… Desde el
momento en el que amanecemos estamos dentro de un mundo de posibilidades de lo
que podría ocurrir en un solo día, un montón de pequeñas y grandes decisiones, pero
si estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros en cada momento de nuestra
vida, para cada persona que se cruce en el camino, para ti mismo, no importa si
el día salió o no como lo habíamos planeado, siempre quedará esa tranquilidad
de que hiciste todo lo que estaba a tu alcance y más para que fuera mejor y
cuando te vas será con esa paz de que siempre, sin importar las circunstancias,
diste lo mejor de ti. Más vale tener cicatrices porque nos entregamos
totalmente en cada batalla que tener la piel intacta porque ni siquiera tuvimos
el valor de meter las manos y la dejamos pasar, para que el viento se la lleve
y así se vaya una oportunidad que tal vez nunca regrese…
Por: Mayra Ortiz



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